Cifras que son personas


21 ene 2014


Hay cifras y cifras. Parece que al igual que en el fútbol, las hay de primera división, de segunda y de tercera regional. Unas importan, otras no. Unas mueven ríos de tinta y otras son reseñas: "¿Se producirá un nuevo alcorconazo en la copa del rey?" "Un obrero muere en…". Enumeración. Datos macroeconómicos, sobres llenos de dinero, ERE’s falsos o verdaderos, primas de riesgo… Éstas, cursiva, negrita y letra grande ocupando portadas.

Desgraciadamente las de siniestralidad laboral son cifras a secas. Cada año mueren y enferman numerosas personas con ocasión del trabajo. Se trata de un fenómeno que debería indignarnos, debería provocar en la ciudadanía rechazo y una contundente respuesta, pero parece que está socialmente admitido. El trabajo puede provocar daños a la salud y lo asumimos con total naturalidad en lugar de provocarnos rechazo y alentarnos a sacar nuestra vena rebelde.

¿Acaso el salario debe pagar algo más que el trabajo realizado? ¿Debe admitirse la pérdida de salud o incluso la muerte por motivo de trabajo? La sociedad no respondía, o respondía muy poco, cuando había crisis, mucho menos ahora que parece que tener trabajo es un privilegio y no un derecho, que vendemos el alma al diablo por cobrar a fin de mes, porque tenemos la suerte de tener eso mismo, un salario a fin de mes. ¿A cuanta gente habrás oído decir ya que los y las que trabajamos no tenemos derecho a quejarnos?

Y transcurre el tiempo y, tanto medios de comunicación como organismos varios, nos dan las cifras en términos de porcentajes, ascensos y descensos de la accidentalidad y se hacen alabanzas a lo bien que lo estamos haciendo si las cifras bajan.  Pero cae en el olvido que, tras cada una de las cifras puestas en negro sobre blanco, hay personas.

Entre los años 2003 y 2012 han perdido la vida 9.340 personas en accidente laboral sólo en nuestro país. Terrible. Sumémosle un total de 82.156 accidentes graves y todo esto sin contar la multitud de accidentes de trabajo sin baja, los accidentes de tráfico laborales no contabilizados en las estadísticas y las enfermedades profesionales que van deteriorando la salud lentamente.

Estas enfermedades, gran cantidad de ellas infra-reconocidas, son aun más invisibles que los accidentes, en cuanto que los daños se dilatan en el tiempo, son lentos, inexorables, progresivos y también letales.

Por último no podemos olvidar todas aquellas enfermedades que no se consideran profesionales, pero que tú bien sabes que han sido por motivos laborales y nadie más está dispuesto a reconocer. También invisibles son los daños que sufren las familias de las personas afectadas. ¡Qué impotencia ver cómo tu ser querido cada día está más enfermo, que puede llegar a fallecer y encima tienes que pelear en los tribunales para conseguir lo que es de justicia, sabiendo que ello no le devolverá la vida. Y si no, que se lo digan a todos y todas los que están afectados por el amianto.

Qué triste es que el trabajo, que se supone que debe ser la fuente de recursos de una familia, se convierta en la causa de muerte o lesión de una persona. Parece que si hay salario de por medio podemos vender la vida y la salud con la tranquilidad de que no habrá consecuencias sociales.

Pero además, en la salud de la gente que trabaja viene la ley de Murphy a dar un paseo, todavía pueden empeorar más las cosas. Si ya la gente está acudiendo al trabajo enferma, lo que denominamos “presentismo”, y lo hace para no faltar y con ello que le puedan despedir impunemente -que no pueden permitirse un descuento de su magra nómina con la que llega de manera precaria a fin de mes-, uniendo a esto, que nadie piensa que estar enfermo en el trabajo puede ocasionar algún accidente o daños en la salud del conjunto o de parte de la plantilla, nos sorprenden en el desayuno con el Anteproyecto de Ley de Mutuas y se nos considera culpables a los trabajadores y trabajadoras por estar de baja.

Con esta ley se otorga a estas asociaciones de empresarios (que es lo que son las mutuas) la facultad de dar de alta a los enfermos por contingencias comunes y ¡claro! a ellos lo que les interesa es que “su trabajador” vuelva al tajo rapidito, sin mirar en qué condiciones. Sin ningún pudor, nos alargan la edad de jubilación sin tener en cuenta que, a medida que vamos envejeciendo, tendremos menos salud, como es natural, así que tendremos que trabajar enfermos más tiempo y más años. Eso si continuamos en el mercado laboral, porque si enfermas más de la cuenta, estarás engrosando la lista del paro y ahí sí que estarás fuera del sistema y del mercado de trabajo, se acabó tu proyecto vital y el de tu familia. ¿Hacia qué mundo nos dirigimos? ¿Pero esto qué es?

Por eso, al margen de datos absolutos, relativos, índices y descensos, no debemos perder el norte, pues, por encima de todo, hablamos de personas y de vidas.

Francis Cabezos y Alicia Roiz.- Secretario y técnica, respectivamente, de Salud Laboral y Medio Ambiente de la FSC-CCOO
Imprimir artículo